Francisca Peña
Escribo en la
soledad de mi cuarto, en donde siento gritos desgarradores de mi cuerpo, gritos
que piden ayudan con un clamor doloroso y que provocan en mí, terror. ¿Mi
cuerpo? ¡Sí! Es mi cuerpo, no es de los astros y menos de mis padres, soy yo
quien decide sobre él. Como pedir ayuda a esos seres que aún escucho, sus voces
y sus risas que cada día me atormentan y ayudan a que mi flébil dolor crezca.
Pido auxilio
pero solo yo me escucho y el consuelo que necesito de aquellos seres que dicen
quererme lo encuentro en la comida, en los festines que me doy para provocar el
olvido. Pero mi saciedad no dura, pronto mi abulia decae, haciéndome vulnerable
ante la mirada de mi eterno acompañante: “el espejo”. Si este es el amigo que
jamás me ha abandonado, el que me muestra mis virtudes y
más que nada todos mis defectos, ¡sí! Esos defectos que me ponen contra mi
cuerpo, que provocan odio, repugnancia y miles de sentimientos que hacen
odiarme.
Junto a la
distorsión de mi cuerpo reflejada en aquel objeto que provoca en mí una
repugnancia que nadie puede imaginar. Luego de que aquella imagen que me
avizora, aparece aquella sensación de asco advirtiéndome lo que sigue. Mi
esencia comienza a escapar por mi boca, alejándose de mi ser para no
atormentar, junto a mi esencia sale mi inocencia, mi niñez, mi pureza y por
sobre todo lo demás, el amor por mí
Pero sé que de
esta forma seré aceptada. Para mi tranquilidad queda que no tengo necesidad de
ocultar esta despreciable enfermedad, porque a la vista de los otros soy
invisible, soy solo yo y ella; quien nunca me abandonará por mucho que quiera.
Solo espero que mí
corazón mande pronto una señal a mi cerebro, haciéndole entender que esto que
provoco en mí está mal, no solo para ayudarme a mí sino a las otras personitas
que pasan por lo mismo que yo, y para que la sociedad de una vez entienda que
los modelos a seguir que tienen para la juventud están mal.
Nadie puede
entender el sufrimiento de una enfermedad que jamás en la vida te dejará, que
por siempre estará atormentándote. Que lo que te dicen las personas que te
rodean te dañan, por mucho que no quieras escucharlas las tomas en cuenta sin
que tengan una razón de fondo.
Hoy estoy bien,
pero en mis momentos de soledad, en que mi sensibilidad está en su máximo punto
vuelvo a caer, vuelvo a dudar de mis capacidades y de belleza femenina, vuelvo
a escuchar los gritos de mi cuerpo que me dicen que ya no comaás,
vuelvo a abrir el refrigerador mil veces al día solo para ver que hay en él sin
comer nada, vuelvo a mirarme en aquel amigo que me muestra mis defectos y veo
con atención cada uno de ellos, vuelvo a sentir la sensación de saciedad cuando
como solo una galleta, y por último vuelvo a sentir la sensación de que mi ser
escapa por mi boca.
¿Cómo superar
esto si la sociedad me está recalcando a cada instante que por mi aspecto soy
aceptada?
Me gusta, es bastante expresivo y queda muy clara la idea :)
ResponderEliminarMe hizo acordar a "La dieta de la muerte"