Signos Bifrontes

Dice Rama, Las ciudades despliegan suntuosamente un lenguaje mediante dos redes diferentes y superpuestas: la física que el visitante común recorre hasta perderse en su multiplicidad y fragmentación, y la simbólica que la ordena y la interpreta, aunque solo para aquellos espíritus afines capaces de leer como significaciones los que no son nada más que significantes sensibles para los demás, y merced a esa lectura reconstruir su orden. Hay un laberinto de las calles y un laberinto de los signos. En ambos sentidos la ciudad desarrolla -y reproduce- una gramática: "toda ciudad puede parecernos un discurso que articula plurales signos-bifrontes de acuerdo a leyes que evocan las gramaticales".



(Ángel Rama, La Ciudad Letrada, Ed. Siglo XXI, 2003)

martes, 10 de abril de 2012

Vomitando mí ser


Francisca Peña

Escribo en la soledad de mi cuarto, en donde siento gritos desgarradores de mi cuerpo, gritos que piden ayudan con un clamor doloroso y que provocan en mí, terror. ¿Mi cuerpo? ¡Sí! Es mi cuerpo, no es de los astros y menos de mis padres, soy yo quien decide sobre él. Como pedir ayuda a esos seres que aún escucho, sus voces y sus risas que cada día me atormentan y ayudan a que mi flébil dolor crezca.
Pido auxilio pero solo yo me escucho y el consuelo que necesito de aquellos seres que dicen quererme lo encuentro en la comida, en los festines que me doy para provocar el olvido. Pero mi saciedad no dura, pronto mi abulia decae, haciéndome vulnerable ante la mirada de mi eterno acompañante: “el espejo”. Si este es el amigo que jamás me ha abandonado, el que me muestra mis virtudes y más que nada todos mis defectos, ¡sí! Esos defectos que me ponen contra mi cuerpo, que provocan odio, repugnancia y miles de sentimientos que hacen odiarme.
Junto a la distorsión de mi cuerpo reflejada en aquel objeto que provoca en mí una repugnancia que nadie puede imaginar. Luego de que aquella imagen que me avizora, aparece aquella sensación de asco advirtiéndome lo que sigue. Mi esencia comienza a escapar por mi boca, alejándose de mi ser para no atormentar, junto a mi esencia sale mi inocencia, mi niñez, mi pureza y por sobre todo lo demás, el amor por mí 
Pero sé que de esta forma seré aceptada. Para mi tranquilidad queda que no tengo necesidad de ocultar esta despreciable enfermedad, porque a la vista de los otros soy invisible, soy solo yo y ella; quien nunca me abandonará por mucho que quiera.
Solo espero que mí corazón mande pronto una señal a mi cerebro, haciéndole entender que esto que provoco en mí está mal, no solo para ayudarme a mí sino a las otras personitas que pasan por lo mismo que yo, y para que la sociedad de una vez entienda que los modelos a seguir que tienen para la juventud están mal.
Nadie puede entender el sufrimiento de una enfermedad que jamás en la vida te dejará, que por siempre estará atormentándote. Que lo que te dicen las personas que te rodean te dañan, por mucho que no quieras escucharlas las tomas en cuenta sin que tengan una razón de fondo.
Hoy estoy bien, pero en mis momentos de soledad, en que mi sensibilidad está en su máximo punto vuelvo a caer, vuelvo a dudar de mis capacidades y de belleza femenina, vuelvo a escuchar los gritos de mi cuerpo que me dicen que ya no coma más, vuelvo a abrir el refrigerador mil veces al día solo para ver que hay en él sin comer nada, vuelvo a mirarme en aquel amigo que me muestra mis defectos y veo con atención cada uno de ellos, vuelvo a sentir la sensación de saciedad cuando como solo una galleta, y por último vuelvo a sentir la sensación de que mi ser escapa por mi boca.
¿Cómo superar esto si la sociedad me está recalcando a cada instante que por mi aspecto soy aceptada?

1 comentario:

  1. Me gusta, es bastante expresivo y queda muy clara la idea :)
    Me hizo acordar a "La dieta de la muerte"

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