Katherine Vidal
Se
cerraron sus labios omitiendo gran parte de lo que se debía hablar, comenzó a
fingir sin que nadie lo notara, tal vez ya no había cariño a lo que se hacía o
solo quizás comenzó a perder los detalles preocupándose en el futuro y no en el
presente; las ideas y pensamientos lo dejaban más irresoluto de lo que estaba
anteriormente sabía que había fallado, mas el tráfico mental no lo dejaba
avanzar. Nadie hizo presión para que la infección saliera, nadie recetó
antídoto para cortar el mal, y nadie deseaba ayudar a limpiar la casa que se
había llenado de tierra por el descuido.
No
se comprendió el derecho al fallo, al error, al desvío de la visión; la
tormenta se alzaba y no tenía a nadie que lo cubriera justo en el momento que
más lo necesita, en ese instante recordó como muchas de las veces corrió a
prestar abrigo a quien lo necesitara, mas ahora que él lo anhelaba nadie se
asomó a ver donde se encontraba, el amor del resto hacia aquel ahora corría por
las calles sin respuesta, dejando pase libre a la venganza, el rencor y
amargura, la murmuración tomó el control de sus labios, provocando que sus
palabras se convirtieran en la espada mas afilada que podrían encontrar. Ya no
hubo manos que ayudaran, solo existían en el mercado manos que señalaban como si
jamás ellas hubieran descuidado la casa. El silencio comenzó a alojar en el
lugar y todo sonido que llegó a sus oídos lo desechó pensando que todos eran
melodías que desafinaban, sin embargo en un instante al transcurrir el tiempo a
lo lejos se escuchó el sonido más afinado, más melódico y armónico; el error
cometido se había levantado como gigante en frente sus ojos y solo su voz oía,
pero de pronto la armonía perfecta llegó prestando la mejor cobija para pasar
el frío que había producido la tormenta, para dar calor al frío, para dar
visión a lo que se había convertido en ceguera.
Se
levantó en silencio y guardó para sí el sonido más dulce, el cual se convirtió
en el escudo de las murmuraciones que ya había quebrado algunos de los vidrios
y paredes de la casa, comenzó a lavar, limpiar, barrer y sacar el polvo que
había manchado el lugar, reparó la chimenea para que comenzará a dar calor al
frío que lo inundó por cierto tiempo, comprendió que el invierno ya estaba
pasando y se asomaba la primavera sobre sus días, vislumbró el error y
comprendió que no debió pasar tantos días lejos de casa porque al más débil
descuido la casa comenzaba a ensuciarse lo que provocaba la acumulación de basura, la cual produjo la
confusión que por tanto tiempo lo embargo. Recordó como la pereza llegó de
sorpresa y se hizo pasar por su amiga sin dejar que él pudiera ver lo sucio que
estaba y hurtándole las ganas de ser más, al pasar el tiempo la casa se
convirtió en el hogar más deseable del lugar y los que se levantaron como gigantes
de murmuración cayeron cuando ya no sus palabras no tenían a quien señalar.
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