Signos Bifrontes

Dice Rama, Las ciudades despliegan suntuosamente un lenguaje mediante dos redes diferentes y superpuestas: la física que el visitante común recorre hasta perderse en su multiplicidad y fragmentación, y la simbólica que la ordena y la interpreta, aunque solo para aquellos espíritus afines capaces de leer como significaciones los que no son nada más que significantes sensibles para los demás, y merced a esa lectura reconstruir su orden. Hay un laberinto de las calles y un laberinto de los signos. En ambos sentidos la ciudad desarrolla -y reproduce- una gramática: "toda ciudad puede parecernos un discurso que articula plurales signos-bifrontes de acuerdo a leyes que evocan las gramaticales".



(Ángel Rama, La Ciudad Letrada, Ed. Siglo XXI, 2003)

jueves, 29 de marzo de 2012

120 minutos

Maira Jaramillo

Una noche de Abril, dos locos pretendieron buscar la cordura,
en besos abandonados, en caricias vacías, en cuerpos tibios y tensos.
Como los primeros pasos, sentían aquella inseguridad,
aquel miedo de enfrentar algo que ya era inevitable.
El mayor protagonista de esa noche memorable, fue el llamado pudor.
Y digo memorable, porque hay cosas que siempre se recuerdan
y que con nada se borrarán.
No costó entregarse,  tampoco acariciar suaves mantas,
pesadas, pero tan deseadas.
Y fue así que cada hoja comenzó a desprenderse de aquel árbol,
que aún no acababa de florecer, pero que no hallaba la hora de hacerlo.

Fueron los 120 minutos más largos de sus vidas,
y como aquellas olas que chocan contra las rocas para sentirse vivas,
así mismo fue como esa noche fueron solo un cuerpo, una mente, un corazón.
Un solo sentimiento, una sola experiencia, un solo deseo,
no hubo ninguna vez que se sintieran más vivos que aquel día.
Disfrutaban cada momento, y aquella pasión crecía cada vez más.
Aferrados, con intención de soltarse sin querer,
así fue como el fin llegaba, y el miedo de dejar de sentir comenzaba también.
Se sabía que su intuición no fallaría,
esa era la primera y la última vez que se verían.
Porque así como hay amores eternos,
aquellos que llegan hasta el último suspiro en un solo cuerpo,
también hay quienes nacieron para vivir juntos en un solo orgasmo,
No es necesario decir que el amor más intenso,
es aquel que se vive solo en 120 minutos.
Eso prefiero creer.

Esos locos jamás imaginaron que su historia de pasión,
la escribiría un día el producto de aquella noche,
el resultado de sus decisiones irresponsables, precipitadas, pero tiernas a la vez,
de aquella improvisación amorosa, de aquella eterna herida.
Hoy ya no está él, pero estoy yo, que siempre se lo recuerdo.
No sé si era lindo, no sé si era apuesto, alto, o bien calvo,
tampoco sé si le gustaba el futbol ni de que equipo era,
ni siquiera se si aún vive, si aún tiene noches de pasión, si aún cree en el amor,
ni sé si sabrá de mi existencia, ni tampoco si le importa.
Sé que desapareció antes sus ojos, que se desvaneció con dolor.
Eran muy diferentes, pero tan iguales,
eran de aquellos que al mirarse sabían que era “ahora” y no había mañana,
que desde ahí solo serían 9 meses de espera,
mucho más de lo que se espera una noche tan mágica como aquella.
Bueno eso prefiero creer.


Me quedo con la misteriosa idea de que ella lo amó,
y prefiero pensar que él también la amo, aunque haya sido una noche.
Quiso y la quisieron, sintieron anhelo,  ternura y fueron cómplices.
Su piel siempre lo recuerda, y sé que donde quiera que esté,
la de él también la extraña.
O por lo menos eso prefiero creer.

No quiero matarla con su imagen, desafortunadamente soy lo que él le dejó,
al principio su mayor problema, su vida derrumbada,  su cielo nublado,
sus lágrimas entre risas, su desproporcionalidad, su gordura.
Pero luego al pasar menos de 120 minutos me convertí en su razón de ser,
en su belleza femenina, en su tesoro más preciado,
en su paso más enorme que haya dado, en su bendición.
Sé que si pudiera devolver el tiempo, ella desearía devolver más que 120 minutos,
no sé si él quisiera lo mismo. Prefiero creer que si.
Tal vez volverían a cometer las mismas imprudencias,
pero sé que volverían a sentir amor, ese afecto único en la vida,
que nunca es igual.
Hoy ya no comparten el mismo cielo,
ni pueden ver las mismas estrellas,
no tienen el mismo sol que los ilumina,
ni ven la vida con un solo lente, ni mucho menos se pertenecen.

Sé que no hay idioma más puro, que el silencio.
Sé que no hay miradas más fantásticas, que las que se dan en la oscuridad,
sé que no hay besos más sabrosos, que los robados,
sé que no hay abrazos más arriesgados, que los infinitos.
Sé que no hay deseo, si no hay cuerpos,
sé que no hay “para siempre”, si no hay un “intentémoslo”.
Y lo único que no sé es decir cuatro letras,
tan cortas pero tan dolorosas, nunca me han salido las cuatro juntas,
y dudo que me salgan.
Pero sé que en esta vida hay palabras que nacemos diciéndolas,
y otras que si no las aprendemos de chicos jamás saldrán con facilidad.
Hoy me quedo en ese orgasmo, sí, en ese orgasmo que un día la hizo feliz,
en esos 120 minutos que fueron  la vida entera, y el despeine más valioso.

Mundo te veo

Romina Pintos

Ley de hielo escrita en papel de regalo con flores secas,
 dibujadas en invierno nortino.
 Es como un almanaque viejo,
 humedecido con el moho del olvido.
 Un silencio desgarrado por esa voz enmudecida,
 por la dictadura de un fulano desconocido.
 Una sociedad enmarcada por banal egolatría
 que se mira al espejo y le escucha alabar esa belleza que ya no tiene.
Un manual de comportamiento masivo llamado televisión
 y una imagen delincuente idolatrada por las masas que la escuchan.

Desorden en orden fingido,
 conventillo y burdel en fin de semana largo.

Privatizada revolución industrial que se apropió de la nefasta voluntad humana.
 Humo ennegrecido que esclaviza sin cadenas ni esposas bajo la promesa de un mejor vivir,
 que solo alimenta chanchos de otra nación
 y nos sentencia a trabajos forzados con el único fin de satisfacerlos,
de llenarles los bolsillos con lo que queda de nuestra dignidad.

Por desgracia algunos le llaman futuro,
yo prefiero llamarlo siglo XXI,
 el presente,
 nuestro presente.


miércoles, 28 de marzo de 2012




". . .Y aunque no me conviden los pájaros a la enramada,
al cielo o al océano, a su conversación, a su banquete,
yo me invito a mi mismo y los asecho, sin prejuicio ninguno"