Andrea Órdenes
Acostada se
encontraba en su habitación entre melodías, humo de cigarrillo y paredes
pálidas estaba Amanda, pequeña mujer adolescente de dieciocho años
interesada en lecturas de autores anárquicos.
Leyendo con poca concentración un libro de Historia universal se afilian a su
mente pensamientos continuos, turbios, desordenados, problemáticos y confusos
se enroscaban en su mente, cada minuto
que pasaba del reloj más y más se volvía una evocación a lo vivido, perdida
mirando el interior de las paredes se acuerda de claveles, claveles en su alma
que la amenazaban y torturaban, claveles negros, recuerdos de claveles que en uno de ellos representaba a Manuel,
muchacho unos años mayor que ella, conocido y amigo de varios años, en el cual
se convirtió en su fiel compañero, cómplice y amante, dueño de su castidad,
pureza e inocencia, entre lágrimas perdidas vuelve a recordar su pequeña
historia de tres años vividos junto a él, recuerda cuando era una niña, una
quinceañera que encontró a un compañero, un compañero que se convirtió en su
prioridad, Amanda se encontraba feliz, enamorada, asfixiada de cariño de él,
llenaba su corazón de colores, la piel le afloraba olor a vainilla, a miel, a
lo dulce, a lo fresco, imanaba felicidad, los ojos tenían ese brillo, ese
brillo que difunde bienestar, tranquilidad, paz, con ese sentimiento
inexplicable, un poco incontrolable de poder dejar de sentir, entre comidas,
fiestas familiares y rencuentros con demás
gente se paso el segundo año de unión, con
el tiempo recorrido Manuel tuvo una alteración en su comportamiento sus celos hacía toda persona empezó a
encerrar a el pájaro libre que tenía Amanda en su alma, cortando de a pocos sus
alas empezó a encerrarla en una jaulita, su amor enfermizo hizo llorar a el
cielo, lo nublo, tapo el sol que hacía crecer las flores, se comenzaba a
marchitar el jardín, de lo que era primavera se convertía en un paraíso que
pasaba al infierno, el respeto se apresuraba a convertirse en recelo.
Manuel se centra en un joven que miraba a Amanda
en un evento, le pregunta que ¿Quién era? Con desespero, con angustia, con
enojo, con un tono de voz elevado, preguntaba Que Por qué la miraba, Amanda no entendía la
situación, la mente de Manuel se empezó a desesperar la sangre se hervía, los
latidos del corazón se convertían casi en ataques cardiacos, su mirada
demostraba ira, cólera, una irritación que demostraba en cada respiro que daba,
en cada movimiento, Amanda trata de
calmar a Manuel, la situación se hace incontrolable lo detiene pero Manuel se
dirige a él se produce una discusión, entre la ida de Manuel hacia el muchacho,
ella se comienza a retirar del lugar nerviosa, apresurada, algo confusa, con
miedo a las reacciones de su compañero. Manuel le comienza a gritar que no se
marchara que se quedara para asumir una deslealtad de parte de ella que nunca
cometió, una acusación de algo que no existía, pero Amanda prosigue en ida,
mientras Manuel era detenido por una turba de gente que le pedía que se calmara
se desesperaba buscando a Amanda que se perdía en el camino, Amanda logra salir
del lugar el portero del evento le dice que se vaya rápido que él detendría a
Manuel para que no saliera, que se apresurara, que se fuera, que desapareciera.
Amanda se va, camina rápido en su mente se mezclaban pensamientos de decepción,
sus manos sudaban, el corazón se le aceleraba de miedo, los ojos se
cristalizaban cuando empieza a oír de lejos una voz de enojo, de poco respeto,
Manuel pudo salir venía tras ella, venia a ella con su vista ciega, con su
desquite, con su ira, con su enojo, con sus frustraciones todo para ella,
Amanda se apresura por más que sus pasos la ayudaban con la velocidad, Manuel
logra alcanzarla, pero los brazos de Amanda se convierten débiles para su
defensa, sus fuerzas no son más que una desnutrición, siente y recuerda empujones,
gritos, insultos y golpes, en ese momento Amanda queda inmóvil su mente borra
todo lo exterior, no ve ya a la gente que había y miraba paralizada, no siente
los autos ni la música del evento , solo se centra en la ciega mirada de él y
se pregunta que con quien había estado todo ese tiempo, quien era ese hombre
que dejaba de un color diferente sus brazos, pero en ese mismo instante Manuel le
abrió las puertas de la jaula, le devolvió las alas a Amanda, y logró cambiar su nombre por Libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario