Claudia Gómez
Metro de Santiago, dirección
Tobalaba. Todos en silencio, parecen dormidos, desganados, sin brillo en sus
ojos, algunos duermen -o eso parece- otros discuten por un empujón o un simple
roce de manos casual, se escucha a un bebe llorar y pareciera que olvidan que
fueron bebes también, que lloraron y que gritaron, lo miran y comienzan a
inquietarse, parece que fuera la peor desgracia que les podría pasar. Lo
olvidan. La madre inquieta intenta consolarlo. Se dio cuenta. Hay también una
anciana, todos los sentados duermen, están cansados ¡claro! Un “hombre” de mala
gana se levanta y sede su lugar –¿pensó en el qué dirán?- olvidan también que
ellos fueron amados y criados por sus abuelos y que en unos años más serán
igual que ellos. Lo olvidan.
¿Qué pensarán? ¿Pensamos que
todos somos parte de nosotros?
Ver sus rostros, se
preguntaran si apagaron el calefón en la mañana antes de salir, cerraron la
puerta con llave, miraron a sus seres queridos antes de partir… Todos tenemos
las mismas preguntas y las mismas preocupaciones, entonces ¿Por qué somos tan
indiferentes? ¿Solo un desastre a nivel de país o la Teletón nos une? Qué
cinismo. Cuando en una instancia tan
cotidiana somos como ogros con cualesquiera que nos mire.
Estación Baquedano,
combinación San Pablo, se abren las puertas. Deje bajar antes de subir. Todos
se amontonan para salir ¿Permiso? Gente en el andén espera su turno para subir
¿Qué pasa? Dos hombres pelean, empujones, reclamos, palabreos para allá y para
acá, no se puede creer que casi se golpean ¿Disculpe? Nada.
Caminan hacia la
combinación, casi por inercia, parecen un ganado, todos en la misma dirección,
apretados. Siguen a la mayoría. Llegan al antes y los mismo gestos de nuevo.
¿Cuándo terminarán
respetándose? Parecen tan diferentes, pero no se dan cuenta que hay factores
que nos unen: ese cansancio, mal genio, aburrimiento y desganas nos hace
iguales. Perno no, siempre somos ¡Yo!
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