Katherine Vidal
Sonó el
despertador y así mismo el sonido de muchas personas en la calle defendiendo
sus principios, ideas y derechos; hombres, mujeres y jóvenes, una sociedad
dividida en dos, un país en la mirada de muchos, golpeado, atemorizado y
amedrentado, en algunos sectores donde las preguntas eran el pan de cada día.
La libertad era perseguida por la prisión que llevaba consigo un arma en las
manos las cuales no dudaban en tirar del gatillo, por su bien propio o por
gusto, mis pensamientos e ideas fueron
encasillados en el molde de alguien que se imponía con un traje, molde que fue
establecido como correcto y que aprisionó a un lote de voces que gritaban por
una mirada diferente, que no se escribió en los libros de historias, que no se
enseñó en una sala de clases, más bien se pintó en las calles con el color de
su sangre.
Sonó el
despertador y así mismo un despertar
diferente, diverso y confuso donde familias se desintegraban y no precisamente para crear otra, sino por
ideales, por el querer vivir un día más, pero para ello debían dejar todo lo
que estaba en su tierra, tierra que al parecer en ese preciso instante les daba
la espalda, tierra que se vistió de desolación, incertidumbre y en muchas
ocasiones de desesperanza, tierra que fue golpeada por un montón de manos
torcidas que no solo surgían desde la misma, sino también desde afuera contribuían
para extirpar lo que para un solo traje no correspondía. Las horas comenzaron a
ser controlas por el mono de traje que adopto al cronos con avisos de queda,
donde se estipulaba un tiempo para todo e incluso el conseguir alimento, sin
embargo hasta lo más básico se convirtió en algo complejo como el comprar, como
el asistir a la escuela, como el ver a tu padre o madre en la tarde luego del
trabajo, ya que no sabías si ellos volverían. La tierra estaba movediza y todo
movimiento mal hecho te hundía en estadios, en prisiones, en ríos, etc., en
cualquier lugar donde te hubiera pillado la mano con el arma, arma que violaba
el derecho a respirar un día más.
Sonó el
despertador y comenzó un día nuevo donde las memorias son lo único que se
llevarán para siempre en nuestra tierra que jamás dejó de luchar, y siempre
hizo todo a su alcance para lograr que su voz fuese escuchada por más que la aprisionaran,
donde siempre habitarán en las historias jamás contadas, en las salas de clases
sin paredes que la fuercen a decir solo lo que el traje dejó en su sombra,
sombra que habitará siempre en los recuerdos de nuestras calles, de nuestros
espacios, de nuestras vidas afectando de algún modo a las generaciones que
vienen.
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