Signos Bifrontes

Dice Rama, Las ciudades despliegan suntuosamente un lenguaje mediante dos redes diferentes y superpuestas: la física que el visitante común recorre hasta perderse en su multiplicidad y fragmentación, y la simbólica que la ordena y la interpreta, aunque solo para aquellos espíritus afines capaces de leer como significaciones los que no son nada más que significantes sensibles para los demás, y merced a esa lectura reconstruir su orden. Hay un laberinto de las calles y un laberinto de los signos. En ambos sentidos la ciudad desarrolla -y reproduce- una gramática: "toda ciudad puede parecernos un discurso que articula plurales signos-bifrontes de acuerdo a leyes que evocan las gramaticales".



(Ángel Rama, La Ciudad Letrada, Ed. Siglo XXI, 2003)

miércoles, 4 de julio de 2012

El cerdito teórico


Jannis Navarro

No basta decir la verdad,
 más conviene mostrar
la causa de la falsedad.
Aristóteles
                                                                                                                                                              
Cuando nos referimos a las fábulas nuestro pensamiento inmediatamente se vuelca a lo infantil y las moralejas que nos presentan las historias, pero ¿existe algo más allá acerca de las fábulas?, ¿son solo cuentos infantiles? Desde la época de Aristóteles, las fábulas eran símbolo de análisis, había algo en ellas que cautivaban su investigación, ya que las consideraba como parte de los seis elementos (drama, inicio/ desarrollo / final, lenguaje con ritmo y armonía, personajes, la obra completa en sí mismo) de unos de los géneros teatrales más importantes que existen, nos referimos a la tragedia, es ahí en donde la importancia que toma la  vida en aquellas personificaciones y las acciones que se realiza son de suma relevancia para comprender  y sentir la obra expuesta, es decir, que para él, las acciones no son por causa de imitar las costumbres, sino que las costumbres se comprenden mediante las acciones, y es donde las acciones y la fábula son el fin de la tragedia y el fin es la mayor cosa de todas, porque no podrá haber tragedia sin acciones[1] esta afirmación nos lleva a entender que las fábulas poseen un eje fundamental, no solo como unas simples historias con una moraleja, sino que eleva su nivel dándole características propias y significativas, que las acciones no ocurren espontáneamente y que lo que se está representando puede ser trascendental dentro del espectáculo, para entender esto y como se emplea en una fábula se analizará la obra “El cerdito Lolo” de Eveline Hasler, en ella se nos narra la historia de un cerdo que es feliz con las cosas que posee hasta que un día Lala, su pareja, decide ir a descubrir el mundo, dejando a Lolo cuidando del hogar, pasó el tiempo y llega al lugar un tigre adinerado y sus amigos e intentan humillar al cerdito colocándole por  cada uno, una característica de ellos mismos en Lolo, convirtiéndolo en otro ser, al final Lala llega de su viaje y logra convertir nuevamente a Lolo en aquel simple cerdo pero que está vez poseía su felicidad absoluta al tener a su amada junto a él. Se podría decir entonces que las acciones principales si repercuten en las posteriores, que existe una relación entre causa-efecto, como se dijo anteriormente son las costumbres de los propios personajes las que condicionan su accionar, no hay buenos ni malos, solo falta ese empuje que los llevará a tomar sus decisiones como en el Quijote cuando Sansón Carrasco le da motivos para realizar su tercer salida o como Robin Hood que robada dinero a los ricos para dárselos a los pobres, no se puede clasificar a los personajes por su forma de ver la realidad,  ni mucho menos si su acciones y/o reacciones fueron buenas o malas, porque todo está condicionado a que así ocurra. En cuando a las personificaciones entendiendo a los personajes, no como humanos sino que animales representando una realidad, se produciría la muerte del autor que postula Barthes[2], ya que surge la pregunta de quién es que el que narra, ¿el cerdo?, ¿la autora? ¿la voz omnisciente?  Se anula el que crea la historia para convertirla en un relato creíble para los niños y reflexivos para los adultos, todos son protagonistas, pero a su vez un personaje más, esas dualidades de roles provocan que  se corte  la cabeza del autor, centrándose solamente en el cuerpo, se condiciona una atmósfera de un ser incompleto, pero que a su vez la magia de sus palabras creará esa cabeza imaginaria proporcionada por el lenguaje.
De las fábulas se podría decir entonces, que su intencionalidad va más allá de simples personificaciones de animales acerca de la vida diaria, es un reflejo quizás de alguna sensación por partes de los lectores, pero aun así no se debe identificar personas puntuales con los personajes y no se debe tomar como suyos las historias, las fábulas entonces desde una mirada reflexiva pueden causar y remecer  en totalidad a una persona, para los niños es un linda y tierna historia de animalitos, pero para los adultos llegar a la comprensión máxima del lenguaje planteado, revivir sensaciones y meditar acerca de lo leído puede llegar a convertirse en una solución a sus problemas o salir de una agujero de enredos.


[1] La poética de Aristóteles en castellano, capítulo VI, por D. Joseph Goya y Munlain, de órdenes superior en la imprenta de don Benito Cano año de 1798.
[2] La muerte del autor, Roland Barthes (Francia,1915-1980) PDF
Traducción: C. Fernández Medrano, la letra del escriba, sitio de internet: www.cubaliteraria.cu/  http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n51/articulo-4.html

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