Andrea Órdenes
Víctor:
Oías
desde los rincones de tu casa un eco de lucha gallarda, sin derrota, sin ser ni
reducidos ni aniquilados, antes de la destrucción, en que dejaba coreando los
rincones de tu hogar las palabras del presidente en la radio popular.
Saliste
de tu casa, te despediste de un beso con tu mujer, le regalas un abrazo frío, ya
antes de salir presentías lo que pasaría. Sin mirar atrás cerraste la puerta,
sabiendo a lo que ibas sacaste la gasolina extra que tenías en casos como aquellos,
te dirigías a la universidad con la guitarra trabajadora a cantar contra los
perros, tu guitarra, la que servía para animar a los combatientes y no para ser
fusil. Te rodearon los verdes, te encadenaron las manos pero aún no callaba tu
voz, tus pies avanzaban a puntapiés de los fusiles codiciosos por descargas de las
balas, caminabas al cuarto del martirio, del suplicio, del tormento, del que
ahora es para muchos el sofoco y el bochorno. Te sacan de la fila de la
infamia, sientes la voz del déspota gritar en tu cara, ya te encuentras en el
suelo ensangrentado, inmune miras al fascista con tu rostro campesino, no te
quejas, ni tampoco pides clemencia, recuerdas ver a los trabajadores heridos, ensangrentados
y humillados avanzar en las filas dirigidas hacia el terror, veías a un hermano
peruano como le cortaban su oreja, acusándolo que su piel morena, era por ser cubano, oyes como el “Príncipe”
da órdenes de golpear a un trabajador que se desangra hasta su muerte, ves como
se lanza de las galerías a un trabajador con el grito de “¡Viva Allende!”, estallando
la sangre en las canchas del estadio, bajo custodia observabas todo esto, ahí
bajo ese mismo estadio que te aclamó cuando ganaste el Festival de la Nueva Canción chilena, tu
serenidad que emanaba de tus ojos descomponía al perro ya fuera de control,
producto de aquellos comienzas a sentir nuevamente las culatas en tu cuerpo, te
levantas. Te vuelves a levantar, ya no te pudiste levantar más, tu cuerpo fue mutilado por los fascistas, pero tu poema escrito
antes de morir atravesó las alambradas y voló a la libertad: “Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad, somos cinco mil ¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?”
Víctor: Acá te recuerda y te escucha El niño Yuntero, el bandido de
Luchín, La bella Amanda, El arado que no
se cansa de labrar la tierra.
Víctor: Desde aquí de lo terrenal, te oímos, te leímos y te
recordamos que donde estés tengas el paraíso de la Peña de los Parras y que
nosotros tengamos algún día El pleno derecho de vivir en paz.
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