Maira Jaramillo
Una
noche de Abril, dos locos pretendieron buscar la cordura,
en
besos abandonados, en caricias vacías, en cuerpos tibios y tensos.
Como
los primeros pasos, sentían aquella inseguridad,
aquel
miedo de enfrentar algo que ya era inevitable.
El
mayor protagonista de esa noche memorable, fue el llamado pudor.
Y digo
memorable, porque hay cosas que siempre se recuerdan
y que
con nada se borrarán.
No
costó entregarse, tampoco acariciar
suaves mantas,
pesadas,
pero tan deseadas.
Y fue
así que cada hoja comenzó a desprenderse de aquel árbol,
que aún
no acababa de florecer, pero que no hallaba la hora de hacerlo.
Fueron
los 120 minutos más largos de sus vidas,
y como
aquellas olas que chocan contra las rocas para sentirse vivas,
así
mismo fue como esa noche fueron solo un cuerpo, una mente, un corazón.
Un solo
sentimiento, una sola experiencia, un solo deseo,
no hubo
ninguna vez que se sintieran más vivos que aquel día.
Disfrutaban
cada momento, y aquella pasión crecía cada vez más.
Aferrados,
con intención de soltarse sin querer,
así fue
como el fin llegaba, y el miedo de dejar de sentir comenzaba también.
Se
sabía que su intuición no fallaría,
esa era
la primera y la última vez que se verían.
Porque
así como hay amores eternos,
aquellos
que llegan hasta el último suspiro en un solo cuerpo,
también
hay quienes nacieron para vivir juntos en un solo orgasmo,
No es
necesario decir que el amor más intenso,
es
aquel que se vive solo en 120 minutos.
Eso
prefiero creer.
Esos
locos jamás imaginaron que su historia de pasión,
la
escribiría un día el producto de aquella noche,
el
resultado de sus decisiones irresponsables, precipitadas, pero tiernas a la
vez,
de
aquella improvisación amorosa, de aquella eterna herida.
Hoy ya
no está él, pero estoy yo, que siempre se lo recuerdo.
No sé
si era lindo, no sé si era apuesto, alto, o bien calvo,
tampoco
sé si le gustaba el futbol ni de que equipo era,
ni
siquiera se si aún vive, si aún tiene noches de pasión, si aún cree en el amor,
ni sé
si sabrá de mi existencia, ni tampoco si le importa.
Sé que
desapareció antes sus ojos, que se desvaneció con dolor.
Eran
muy diferentes, pero tan iguales,
eran de
aquellos que al mirarse sabían que era “ahora” y no había mañana,
que
desde ahí solo serían 9 meses de espera,
mucho
más de lo que se espera una noche tan mágica como aquella.
Bueno
eso prefiero creer.
Me
quedo con la misteriosa idea de que ella lo amó,
y prefiero pensar que él también la amo, aunque haya sido una noche.
Quiso y
la quisieron, sintieron anhelo, ternura
y fueron cómplices.
Su piel
siempre lo recuerda, y sé que donde quiera que esté,
la de
él también la extraña.
O por
lo menos eso prefiero creer.
No
quiero matarla con su imagen, desafortunadamente soy lo que él le dejó,
al
principio su mayor problema, su vida derrumbada, su cielo nublado,
sus
lágrimas entre risas, su desproporcionalidad, su gordura.
Pero
luego al pasar menos de 120 minutos me convertí en su razón de ser,
en su
belleza femenina, en su tesoro más preciado,
en su
paso más enorme que haya dado, en su bendición.
Sé que
si pudiera devolver el tiempo, ella desearía devolver más que 120 minutos,
no sé
si él quisiera lo mismo. Prefiero creer que si.
Tal vez
volverían a cometer las mismas imprudencias,
pero sé
que volverían a sentir amor, ese afecto único en la vida,
que
nunca es igual.
Hoy ya
no comparten el mismo cielo,
ni
pueden ver las mismas estrellas,
no
tienen el mismo sol que los ilumina,
ni ven
la vida con un solo lente, ni mucho menos se pertenecen.
Sé que
no hay idioma más puro, que el silencio.
Sé que
no hay miradas más fantásticas, que las que se dan en la oscuridad,
sé que
no hay besos más sabrosos, que los robados,
sé que
no hay abrazos más arriesgados, que los infinitos.
Sé que
no hay deseo, si no hay cuerpos,
sé que
no hay “para siempre”, si no hay un “intentémoslo”.
Y lo
único que no sé es decir cuatro letras,
tan
cortas pero tan dolorosas, nunca me han salido las cuatro juntas,
y dudo
que me salgan.
Pero sé
que en esta vida hay palabras que nacemos diciéndolas,
y otras
que si no las aprendemos de chicos jamás saldrán con facilidad.
Hoy me
quedo en ese orgasmo, sí, en ese orgasmo que un día la hizo feliz,
en esos
120 minutos que fueron la vida entera, y
el despeine más valioso.
me quedo con hartas cosas, pero en especial con las palabras que nacemos diciéndolas... hay algunos versos hermosos dando vueltas en en texto...
ResponderEliminar