Es como un almanaque viejo,
humedecido con el moho del olvido.
Un silencio desgarrado por esa voz enmudecida,
por la dictadura de un fulano desconocido.
Una sociedad enmarcada por banal egolatría
que se mira al espejo y le escucha alabar esa belleza que ya no tiene.
Un manual de comportamiento masivo llamado televisión
y una imagen delincuente idolatrada por las masas que la escuchan.
Desorden en orden fingido,
conventillo y burdel en fin de semana largo.
Privatizada revolución industrial que se apropió de la nefasta voluntad humana.
Humo ennegrecido que esclaviza sin cadenas ni esposas bajo la promesa de un mejor vivir,
que solo alimenta chanchos de otra nación
y nos sentencia a trabajos forzados con el único fin de satisfacerlos,
de llenarles los bolsillos con lo que queda de nuestra dignidad.
Por desgracia algunos le llaman futuro,
yo prefiero llamarlo siglo XXI,
el presente,
nuestro presente.
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